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viernes, 24 de abril de 2015

Meg Medina, Jackie Delgado wants to kick your ass

YAQUI highres with medalInsultos, amenazas, golpes, humillaciones… Yaki Delgado quiere patearte el culo se une al grupo de novelas que retratan casos de violencia escolar. Pero lo que Meg Medina cuenta es mucho más que una situación de acoso y sus dramáticas consecuencias. La historia trata de cómo la protagonista logra conocerse a sí misma, y además describe la vida en un instituto multicultural de Estados Unidos.
“El primer día  que llegué me quedé parada con la bandeja, midiendo a la gente. Los chicos asiáticos estaban agrupados en el medio. Los negros tenían unas cuantas mesas para ellos. Distinguí la zona de los latinos a lo lejos, pero ninguno de ellos estaba en mis clases.”
Piddy es una adolescente latina que acaba de cambiar de barrio y de instituto y que sueña con ser veterinaria. Lo peor que le puede pasar, según su madre, es ser “chusma”, gente vulgar e ignorante. Sin embargo, el verdadero problema de Piddy es otro.
“Débiles. La debilidad significa que te mereces que te odien, que te mereces cualquier cosa que te pase.”
Piddy reparte la vida entre su barrio anterior, donde conoce el amor y encuentra refugio con su tía Lila, y el nuevo escenario, donde lucha con el miedo a Yaki y sus amigas y con la indiferencia de vecinos y compañeros. Además, Piddy empieza a retrasarse en los estudios, a alejarse de su amiga de siempre, y a reclamar la verdad sobre un padre al que nunca conoció.
Un aroma latino envuelve la historia con alusiones a músicas, bailes, telenovelas, costumbres, platos…  Pero son los personajes los que transmiten la esencia de la comunidad latina e inmigrante que rodea a Piddy. Estos forman un grupo muy bien construido, con sus luces, sus sombras y su poquito de ironía: la amiga estudiosa que consiguió mudarse a un barrio mejor, la madre amargada por la traición y el exceso de trabajo, la sexy y alegre tía, la dueña del local donde Piddy trabaja por horas… Sin olvidar a Joey, “chusma”, primer amor, y víctima de un padre borracho y maltratador. Todos tejen con Piddy las experiencias que le ayudan a descubrir lo que ella quiere ser.
La autora no ahorra detalles aunque sean crudos. Pero la mirada de Piddy tiene un toque de humor que suaviza la angustia de ciertos momentos, y la compasión está presente en muchas de sus reacciones. Algunos diálogos dan pistas sobre las razones que llevan al acosador a ser como es: un entorno desestructurado, violento, y falto de recursos… El foco de desigualdades socioeconómicas que provoca situaciones de violencia queda reflejado en la vida del instituto.
“Ella ni siquiera piensa que eres una persona. (…) Eres alguien que se cruza en su camino. No es nada personal. Así es como ha crecido. O pegas o te pegan”.
Piddy cree que la única amistad que le queda es el miedo. Intenta combatirlo con su escritura, cuidando a los gatitos, haciéndose la dura, peleando con su madre, transgrediendo las normas, sin percatarse de que hay gente cerca que quiere ayudarla. No está sola. Recibe apoyo de gente insospechada (¡y muy friki!) que le ayudan a superar sus errores y a crecer.
“…crecer es como atravesar puertas de cristal que solo se abren hacia delante, puedes ver de donde vienes pero nunca volver atrás.”
Una historia realista necesita un final realista y eso es lo que nos da la autora: los errores se pagan. Pero, a diferencia de otros títulos que tratan este tema, también es un final esperanzador para Piddy. Nuestra protagonista logra encontrar su propio ritmo y recuperar la confianza en sí misma. No cederá ante la “chusma”, aunque para ello tenga que correr.
Reseña aparecida en la revista El aLIJo nº1.

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