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miércoles, 18 de agosto de 2010

Alicia en Canarias


Alicia, cansada de perderlo, buscaba un lugar donde el tiempo no existiera. Puso rumbo hacia las Islas Afortunadas, donde las horas se esconden bajo las olas.
De isla en isla, enredando camarones y jurelillos en el pelo, la niña descubrió entre las anémonas una llave, y en la llave, una inscripción: “PELIGRO: ABRO EL CIELO DEL MAR”.
Escamada como un cherne a la plancha, Alicia se preguntaba quién de sus colegas conocería el paradero de la cerradura. A saber: ¿la caracola desahuciada? ¿el calamar sin tinta? ¿la tiburona recién preñada? ¿Bob Esponja? Andaban cada uno a lo suyo...
Un viejo pulpo, conocido por revolver los mares desde sus orígenes, advirtió:
–Olvida la cerradura, niña: el cielo del mar quema…
–Ya, claro, como si en este mar durmiera un volcán– respondió, muy descarada.
–¡Déjalo dormir, loca! Si abres la puerta, el tiempo morirá entre cenizas, sí, pero también los adornos de tu pelo.
Alicia imaginó una melena sosa y aburrida. Pensando, pensando, prefería estar mona. Así fue como la llave volvió al fondo del mar, matarile-rilerile-matarile-rilerón. Sin chimpón, ya que el pulpo, molesto, le dió matarile a la niña (por fisgona, listilla y relamida).

Imagina a Alicia en colores. Y aventúrate con la lectura de un Viaje fantástico por las islas Canarias (Isabel Medina  |  Anaya)

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