El presentimiento de que vendrían a por él era más fuerte. Decidió esperar.
Los primeros minutos se le hicieron eternos.
Después llegaron las horas, los días, las semanas, los meses, los años...
Un martes por la tarde, treinta y dos siglos más tarde, llegaron.
Lo encontraron allí, esperando.
“Este no nos sirve” -dijo el más alto-, “tiene las orejas sucias”.
(Moraleja: no te laves las orejas.)
Da igual. Con orejas sucias o limpias, siempre puedes disfrutar del bosque... o de un libro que hable de la vida en los bosques.
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LA FAO Y EL AÑO INTERNACIONAL DE LOS BOSQUES
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